La pasión del rodriguense Rubén Weisbek por los aviones nació a los 8 años. Hoy es piloto y realiza acrobacias en el avión que el mismo construyó.
"A los ocho años escuchaba un avión y salía corriendo para verlo pasar. Una vez mi mamá me trajo un aeromodelo para armar, que había que pegarlo maderita por maderita. Cuando lo terminabas, lo soltabas y salía volando. Así comenzó todo", arranca el rodriguense Rubén Weisbek en diálogo con Clarín sobre una pasión que mantiene hasta el día de hoy: los aviones.
Lo que inició como un entretenimiento aún persiste como tal en la vida del vecino local, que cuando puede despunta el vicio de volar en el Aeródromo de General Rodríguez, pero con un detalle muy particular: lo hace en la aeronave que el mismo construyó.
A medida que pasaron los años y fue madurando, Weisbek supo que no quería ser piloto de línea porque ello haría perder el sentido lúdico de su pasión. "Si yo un día empezaba a trabajar de esto ya no iba a ser más un juego, iba a ser una obligación. Se iba a romper eso que tanto disfrutaba", contó.
Si bien trabajó como piloto privado, descubrió la aviación acrobática y la fabricación de aviones experimentales y hacia allí volcó su tiempo. "En el año 2000 coloqué un motor de auto en un avión experimental, que es algo que se puede hacer, pero nadie lo hacía. En Estados Unidos se usaba mucho. Después de investigar bastante, terminé armando un motor de un Fiat Uno para el avión, que gastaba ocho litros por hora. Era una maravilla y ese motor aún está volando", explicó.
Aunque hoy vuelca su conocimiento para ayudar a quienes recien empiezan en la construcción de aviones, recordó con orgullo cuando fabricó el primer avión acrobático en el fondo de su casa. "Estuve dos meses estudiando, empecé a comprar los materiales y tardé seis años desde que empecé a armarlo hasta el primer vuelo, entre 2004 y 2010, cuando lo hice despegar por primera vez”, dijo quien se desempeña como mecánico de autos en la actualidad pero sobre los aviones despliega todo su ingenio.
Ese primer avión, que aún sigue en funcionamiento, es una de las figuras esperadas de la Convención Anual de la EAA (Asociación Argentina de Aviación Experimental) que se realiza en el Aeródromo ubicado en Ruta 6 y Arroyo La Choza.
"La aviación experimental está cada vez más comprimida, no tiene lugar suficiente. Es muy fuerte la importancia que tiene a nivel mundial. Son naves igualmente seguras, fuertes, cómodas y veloces que un avión de una primera marca. La convención le da la oportunidad de mostrarse a todo aquel que echa mano a un avión o un proyecto. Es como una vidriera”, remarcó en la entrevista el vecino que supo ser presidente de la institución y aún sigue formando parte de ella.