María Élida Tardivo fue junto al Padre Guillermo Krause una inspiración para todo un barrio y en general, una comunidad, mostrando lo que deben pasar muchas personas en esta ciudad para lograr de la nada sus sueños. Su hija dio testimonio de esto en el acto del aniversario de la escuela que ella fundó en barrio Raffo.
Generalmente, muchas malas noticias, por su trascendencia, se hacen virales, son las que más resuenan y generan interés y muchas personas entonces solicitan que se publiquen también buenas historias, finales felices y temas que son positivos. Muchas veces salen, sólo que la gente las elige menos y por eso las redes sociales las muestran menos.
En este caso, decidimos pasar en una nota aparte el testimonio completo de la hija de una docente fallecida, que la recordó muy emocionada durante la ceremonia del 25° aniversario de la institución que creó junto a un cura alemán y que forjó hasta sembrar en los que la llevan adelante, el mismo espíritu de lucha que le nacía y que sostuvo hasta su último respiro.
A continuación, el testimonio completo de Julieta Bucehel Tardivo, hija de María Élida:
Estoy orgullosa de la madre que tuve. Hemos renegado mucho junto a mi hermano Fernando con mi mamá porque hay que ser hijo de una docente. Y recuerdo a fines de 1993 esa locura del padre Guillermo que golpeaba la puerta, lo llamaban 'El cura manguero' porque mangueaba para hacer por los demás. Y una noche dijo que había que hacer una escuela en barrio Raffo, porque los chicos tenían que ir al centro en colectivo a estudiar. Ya lo conocíamos como 'El alemán loco' y pensábamos con qué idea iba a caer. Dijo que al otro día a la mañana la pasaba a buscar para ir a La Plata y ahí arrancó la locura, porque fue una locura.
Habían empezado en el Salón de Usos Múltiples, Soraya estaba en su último año de magisterio y los días en que le tocaba práctica, yo estaba estudiando en el colegio de hermanas en Luján y mamá me decía, bajate en el Raffo, venís caminando y me ayudás con los nenes. Porque se cobraba un solo sueldo. Ella tenía que cumplir el rol de maestra y directora, cosa que no podía, y el resto ¿de donde salía?
Hubo meses en que las cosas se pusieron duras. Recordamos veranos enteros en que las chicas cobraban de a puchitos porque la subvención no llegaba. Hablo de fines de los 90. Mi mamá ya se había jubilado en el estado y de su jubilación ponía dinero para pagarle a las maestras, profesores y profesoras. Siempre traía a mi hijo e hija, que han sabido correr por todo este patio, a la 'Escuela de la Tata' como la mencionaban ellos. Yo le decía a veces 'Mamá, pará un poco con la escuela'.
Ella se ha querido venir a vivir acá enfrente incluso y yo le he dicho 'Mamá, no me vas a dejar sola con los nenes chiquitos'. Pero ella me decía que 'yo tengo que estar en la escuela'. Esa era su vida. Llamaba por teléfono y me decía que fuera rápido con el auto para ir a buscar una chapa, o llenar el baul de ladrillos. Así se hizo ese proyecto, la escuelita del Raffo que hoy es una escuela con los tres niveles.
Escuela que la vio salir el último día, muy enferma. Diez meses estuvo internada en la Fundación Favaloro tras recibir un transplante de hígado. Su vida no fue fácil, siempre tuvo una bandera de lucha, bandera que trato de continuar y seguir con los valores que ella inculcó: el amor al prójimo. El otro día una vecina nuestra, Alicia Balbi, dijo que 'Elida cuando iba a los cumpleaños, invitaba a todos los chicos del barrio, y ella con 12 años había conocido lo que era un cumpleaños. Y si no invitaba a todos, no se invitaba a ninguno'.
Ella amaba su escuela. Cuando iba a cuidarla mientras estaba internada, me preguntaba en especial por cada alumno. Yo le decía que primero se recuperara y después vemos. Después de que murió mamá, vino la subvención y la autorización para la creación del jardín. Por eso decimos que esta escuela creció de abajo y desde el amor, desde el amor por la necesidad del otro. Mi mamá siempre me dijo que nunca me olvide de donde venimos y que el día que pierda la capacidad de sorprenderme ante una injusticia no merezco seguir viviendo. Todos los días me sorprendo ante las injusticias y trato de luchar contra ello, y luchar tambien por la verdad y la justicia.
Ella quería que cualquier niño o niña tuviera el derecho a una educación de calidad. Y que no se tuviera que tomar el colectivo para ir al centro de Rodríguez para recibirla. Y creó este proyecto en la que trabajaba 6 u 8 horas y se cobraba con lo que se podía, con rifas, patacones, lecops, ticket canasta, y ahí terminó su labor. Pero en realidad no terminó, veo que está presente.
Sus últimas palabras fueron 'Cuidá a los nenes'. Y le pregunté '¿A qué nenes?'. 'A los tuyos y los de la escuela'. Eso resume todo. El amor que ella tenía por esta escuela era increíble. Ha venido a trabajar hasta con 40 grados de fiebre. Yo sentía hoy que se iba a abrir la puerta de la dirección e iba a salir. Ella sigue acá, sino no estaríamos todos acá.
Ella estaba chocha cuando vio el primer año en un negocio de Rodríguez el uniforme de la escuela Nuestra Señora de Luján del barrio Raffo. Que increíble, la felicidad en las pequeñas cosas, en lo sencillo, en la simpleza, en lo humilde. Si algo la caracterizaba era la humildad.
Ojalá que nos den los años para seguir estando, 25, 50, 75 años más. Espero algún día, venir y estar acá como ella tanto me lo pidió y reencontrarmela en estos salones. Acá estoy con mis hijos que desde chiquitos vieron este lugar crecer. No querían ir a su escuela e ir a 'La escuela de la tata'. Hoy son grandes, son mis grandes compañeros y extrañamos horrores a Elida, porque se fue de una manera muy injusta de esta vida.
Ella dijo que no tenía miedo a la muerte, sino miedo por los que nos quedábamos solos. Hoy continúo una lucha que ella inició hace 43 años en silencio, para que se haga justicia, porque la llevó a que hoy no esté acá.
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