Ana Clara Lima, una rodriguense de 35 años de edad, atravesó una importante transformación de su cuerpo al bajar 46 kilos. Un cambio que surgió de una necesidad no sólo física, sino también emocional. Su testimonio.
El término es "gordofobia", aunque no está reconocido por la Real Academia Española. Tampoco lo reconocen quienes la practican, pero ahí está, presente en la sociedad como otros tantos flagelos y siempre en constante ejercicio con la excusa de "sugerencias" o "consejos" de salud.
En esa estructura, Ana Clara Lima, rodriguense de 35 años es una de las tantas personas que sufrió (alzando la voz o en silencio) las heridas emocionales que le propinaron distintas voces a lo largo de su vida en diferentes ámbitos por el sobrepreso que ella cuenta que traía desde pequeña.
"La gente es muy hiriente, muy cruel. Pasé mucho tiempo soportando comentarios irrespetuosos", manifiesta. Hasta que, un día, su hermana menor la impulsó a realizar un entrenamiento físico en el gimnasio "Spartan Sagardoy", al que ella asistía.
Así llegó Ana Clara al centro de entrenamiento ubicado en Las Heras 160 donde, desde hace dos años (fuera del contexto de la pandemia), pasa un buen tiempo de su vida entrenando su cuerpo. "Fueron muchos meses de aprender nuevos hábitos porque no hay una pastilla mágica", remarca. Y recuerda que rápidamente entró en confianza con "Romina, Luana y Martín", sus entrenadores. "Tres hermosas personas que me tomaron de la mano y comenzaron a trabajar en la persona que soy hoy", señala.
Hoy, su descenso de peso lleva 46 kilos. Pasó de 107 a 61 y asegura que el entrenamiento y las personas que encontró en el gimnasio "me transformaron la mirada sobre la vida. Es mi terapia de todos los días".
Y aunque baraja la posibilidad de competir en torneos de fisicoculturismo regulados por la IFBB (Federación Internacional de Fisicoculturismo), lo cierto es que Ana Clara las considera "metas" aunque con mucha calma. El certamen de su vida, el más importante, el de la autosuperación, ya lo ganó.