Sociedad 3 DIC 2022

El crudo relato del piloto del dirigible de La Serenísima, a 26 años de su último vuelo: "Hoy nos tirarían con un misil"

Compartí en las redes

José María Vaca, el piloto de la aeronave que en los ´90 recorrió el país con la publicidad de la empresa láctea, recordó su experiencia a bordo con el medio la Nación.

La del 90 fue la década dorada de la publicidad. Las agencias manejaban presupuestos millonarios y los creativos desafiaban los límites para llamar la atención del público.

En 1995 La Serenísima realizó la acción de marketing más original e impactante de todos los tiempos: llevar su logo literalmente al cielo. Con un dirigible ploteado, fabricado por Airship Industries en los Estados Unidos, sobrevoló el país. Si bien, los resultados fueron contundentes, la estrategia duró poco ya que tuvo un accidentado final.

José María Vaca (65), piloto comercial de primera clase, instructor de vuelo, y ex piloto de la aeronave. Viajó al pasado en una entrevista que le hizo el medio La Nación y recordó su experiencia y participación en el último vuelo que tuvo el dirigible.

Era un barco aéreo. Medía 60 metros de largo por 21 metros de ancho y 17 de alto. Más grande que un Boeing 737. La cabina del dirigible era de kevlar, un material sumamente resistente que se utiliza en los chalecos antibalas. El globo estaba relleno con helio, 6666 metros cúbicos. Colocarle helio a semejante aparato salía una fortuna. La performance del dirigible es muy distinta al del avión, reacciona muy lento”, contó.

Vaca, cuando rememora esos días, relata que lo habían convocado debido a que les faltaba un sexto piloto. El dirigible contaba con cuatro pilotos americanos y dos argentinos. Uno era él y el otro fue Rolf Hossinger. 

Además, mencionó que al no existir simuladores de vuelo para dirigibles, la instrucción se hace en el aire. “Primero hice en tierra un curso teórico con los instructores y luego salí a volar con ellos”.

Los vuelos en el “barco aéreo” –por la forma que tienen-, eran diagramados por la empresa. Para organizarse, habían dividido Capital Federal y el conurbano.

Recuerda que solo dos pilotos viajaban dentro del dirigible, y que el vehículo tenía un equipo de apoyo terrestre que lo acompañaba durante el trayecto. “Había nueve vehículos, entre ellos un camión que transportaba tubos de helio para cuando se necesitara. Porque el helio es muy susceptible a los cambios atmosféricos. Cuando hay bajas temperaturas el helio se contrae y cuando la temperatura sube, se expande. En verano, el equipo que estaba de guardia tenía que abrir ciertas válvulas para evaporar el helio para que el globo no explotara”.

Vaca durante su relato, menciona la vez que, durante un entrenamiento, había pequeño orificio detrás del asiento del piloto que llamó su atención. Pero el instructor, solo lo había evadido.

En un viaje nos tocó la zona Oeste. En un momento, el instructor me dijo: ‘En dos cuadras, doblá 90 grados a la izquierda, hacemos cuatro cuadras y luego doblá 90 a la derecha para retomar el rumbo’. Hice la maniobra que me indicó y después le pregunté cuál era el motivo de hacerla si el clima era bueno... y él me respondió: ‘Porque esa zona no se sobrevuela. ¿Querías saber qué era el agujero detrás de tu asiento? Bueno, es el disparo de un calibre 45, nos tiraron desde ahí abajo’. Era la zona de Fuerte Apache, Ciudadela. Era común que le disparen al dirigible. En otra oportunidad, en Córdoba, aterrizamos casi de noche y nos dispararon con ametralladora. Al día siguiente tuvieron que parcharlo para salir. Eso fue en el 96. Ojo, yo creo que si salimos hoy, en 2022, nos tiran directamente con un misil”, relató.

El inesperado accidente:

En noviembre de 1996 el dirigible debía regresar a Buenos Aires desde Tucumán. En un vuelo estaba preparado para salir de noche. Sin embargo, el trayecto nunca se completó.

Todo comenzó el 22 de noviembre a las 12:45 del mediodía a 55 kilómetros de Sauce Viejo, provincia de Santa Fé. El tramo previsto era Ceres-Rosario, haciendo escala en Rafaela para realizar el cambio de tripulación y cargar combustible.

Recuerdo que hicimos la aproximación al aeroclub. Fue entonces cuando Rolf [Hossinger], que estaba con el equipo terrestre, me llamó para pedirme que estuviera atento porque se había formado detrás nuestro una línea de inestabilidad. Cuando levantamos la vista y vimos su dimensión decidimos abortar el aterrizaje de inmediato y buscar una alternativa”, contó.

Una línea de inestabilidad es un conjunto de nubes con chaparrones y tormentas eléctricas, acompañada de ráfagas de viento muy fuertes. Es parecido a un tornado acostado, se veía varios kilómetros atrás, pero nosotros teníamos que calcular el tiempo que íbamos a tardar en aproximarnos al lugar más el amarre. Así que ahí empezó nuestra peripecia para escapar de esa línea de inestabilidad”, detalló el ex piloto.

Como no pudieron aterrizar el dirigible en Rafaela, tuvieron que buscar una alternativa y fue así como se dirigieron hacia la provincia de Entre Ríos. Poniéndose en contacto con la torre de control de Paraná, para que le brinden información meteorológica actualizada, al mismo tiempo que buscaba donde aterrizar. Debido a que lo complejo de amarrar un dirigible, es que es imprescindible que haya un equipo en tierra, para que lo sostenga y no salga disparado.

Vaca dijo que el operador en Paraná les había propuesto bajar la aeronave en Reconquista, Santa Fé, y el personal de la base aeronáutica los ayudaría con el amarre porque el equipo del dirigible se encontraba lejos. Pero tuvieron que descartarlo.

La línea de instabilidad viajaba más rápido que nosotros en el dirigible. Estaba muy cerca, cuatro minutos detrás nuestro. Nos dimos cuenta porque uno de los motores empezó a levantar temperatura. Me acuerdo que el otro piloto, Bob Fowler, me dijo: ‘No lo voy a apagar, lo voy a mantener hasta que explote. Cuando eso ocurra, bajamos la velocidad al 50 por ciento y preparamos el dirigible para un aterrizaje de emergencia’”, recuerda el ex piloto.

Vaca, viendo como a medida que el tiempo avanzaba y el clima aceleraba aún más, volvió a llamar al control de Paraná, para avisar que declaraba en emergencia a la aeronave. A la par, comenzaban el protocolo previsto para esas situaciones, pero se llevaron una sorpresa.

Ante un hecho como este, el dirigible tiene una guillotina que debe operarse del lado de afuera para que se desinfle. Para activarla, primero teníamos que aterrizar. Mientras hacíamos la aproximación, como se hace normalmente, el comandante me pidió que atara todas las cosas que estaban sueltas dentro del dirigible porque íbamos a empezar a golpearnos. ‘Señor comandante está todo preparado’, le dije. Él respondió: ‘Aterrizaje de emergencia sin equipo de tierra’. Luego de comenzar con el desinflado interno el comandante dijo: ‘Para acelerar el proceso de desinflado vamos aplicar la experiencia. Vamos a estrellar el dirigible en ese monte de árboles, si tenemos suerte una de las ramas va a perforar el dirigible y nos va a ayudar con el desinflado, porque la evacuación manual que estamos haciendo no nos va a alcanzar’”.

Fowler y Vaca hicieron las maniobras, pero los planes no salieron completamente bien. El dirigible si chocó contra el monte de árboles, pero no se pinchó, rebotó. Y al ocurrir eso, no les quedó otra alternativa que pasar a un plan B sin pensar. Vaca debió saltar y tirar de la cuerda “de desagarre” para activar la guillotina y tratar de lograr que el dirigible se desinfle por completo.

Tiré con todas mis fuerzas, pero la guillotina no se accionó... el dirigible se volvió a elevar por el viento que soplaba a más de 80 kilómetros por hora. El comandante estaba adentro y yo quedé colgado de las cuerdas a más de seis metros de altura. Con otra maniobra, el comandante pudo acercar nuevamente el dirigible al piso. Para sostenerlo, lo amarré con otras cuerdas a un esquinero que había en una tranquera... necesitaba que aguantara hasta que yo pudiera activar la guillotina. El comandante se bajó y entre los dos pudimos hacerlo. El dirigible se rompió. Lo agarró la línea de inestabilidad y se voló. Apareció a tres kilómetros de distancia... Muchos hablan de la historia del dirigible, pero los únicos que lo sabemos somos nosotros porque lo vivimos”, relató.

Luego del forzoso aterrizaje, caminaron hasta una edificación vista desde el aire, y desde allí fueron a la comisaria. “No nos creían. Les dije que era el piloto y les pedí el teléfono. Llamé a la Fuerza Área, a la torre de control de Paraná y al equipo de tierra. Después de hacer los llamados volvimos al lugar del accidente en un carro a caballo porque era una zona de pajonales. El lugar era Campo Andino, al norte de Sauce Viejo. Ahí estaba el equipo de tierra que recién había llegado. Rolf me dijo: ‘José estás sangrando’. Del shock no había dado cuenta de cómo me había lastimado las manos”.

Mientras lo trasladaban para realizarle los primeros auxilios, apareció Carlos Alberto “Lole” Reuteman, quien estaba en su campo y fue testigo de los hechos. “Él me preguntó si estaba bien y me ofreció el helicóptero de la provincia de Santa Fe para que me lleve al hospital. Le agradecí, pero le dije que no me movía del lugar. Él contó que nos había hecho señas con una banderilla cuando pasamos por arriba de su campo, pero yo no lo vi”.

Cuando el periodista de La Nación, le hace la típica pregunta que haríamos todos del qué fue lo primero que pasa por la mente en esos instantes, contestó sin dudar, “No tenés tiempo de pensar, tenés que trabajar. Ahora no te voy a negar que una vez que terminó todo, cuando estábamos sentados en el piso de la comisaría, le dije ´Con su permiso comandante, me voy a relajar´, y ahí nos pusimos a llorar los dos. Eso es post trauma, en cualquier accidente pasa eso”.

El ex piloto, expresó que a pesar de la experiencia vivida, no se arrepiente de haber tenido ese trabajo. Y dijo que, después del accidente se encontró con Fowler y le dijo que: “Si por obra y gracia del Espíritu Santo tuviera nuevamente la posibilidad de volar un dirigible diría que sí, pero con una condición: que vos seas de nuevamente el otro piloto”.

Si bien ese deseo les quedó pendiente, a partir de ese momento nació una amistad, que desencadenó una sociedad, ya que dirigen juntos una empresa aeroespacial, llamada Aerovehicles.

A 26 años de lo sucedido, es un misterio saber que pasó con los restos de la aeronave:

Aunque, hace un tiempo, el piloto y consultor aeronáutico Ezequiel Sicardi en Twitter publicó algunas fotos de la misma. Hizo saber, que pertenecían a dos momentos diferentes, mencionando que: “Las que muestran el globo desinflado sobre el terreno fueron tomadas por el comandante Daniel Giuliani horas después del accidente desde un Piper Tomahawk”, mientras que, las imágenes de la cabina son actuales. Más allá de eso, prefirió mantener en secreto la ubicación por cuestiones de seguridad, sólo atinó a expresar que “está en un campo de General Rodríguez”.

Del resto del vehículo, no hay información. Aunque hace aproximadamente dos años, en una nota de un sitio web informativo del sector lechero, un habitante de Campo Andino declaró que “existen algunos restos de la lona del aparato oficiando de cubre sol en la Comisaría del pueblo”. Desde el lugar, negaron esa versión.

Hoy no sé dónde está exactamente lo que quedó del dirigible. Tengo entendido que la carlinga, que más o menos se salvó, está en un desarmadero en la zona de Pilar. Pero le perdí el rastro porque prefiero quedarme con el recuerdo... Hay algunas fotos que circulan en las redes, pero no sé si son actuales... Del globo no quedó nada”, finalizó la entrevista Vaca.

 

Deja tu comentario
FERRETERÍA ROVI